Desde que me divorcié de Luis, mi vida Ãntima habÃa ido deslizándose por un tobogán de situaciones que jamás habrÃa imaginado. Hasta que me separé de él, habÃa sido el único hombre en mi vida, juntos desde los diecisiete años. Y solo en el último año habÃa salido con tres señores, y habÃa tenido otras dos relaciones muy breves. La semana antes de venir a Marbella, saliendo con unas amigas, conocimos a unos señores, y acabé en la casa de uno de ellos esa misma noche, algo impensable hacÃa tan solo unos meses.
Decidà que este verano, el primero soltera, tenÃa que ser diferente a los anteriores. A mis cincuenta y dos años, ya se habÃa pasado el tiempo de vivir a la sombra de un hombre, o de pensar en una posible vuelta con Luis.
Me fui a la costa a mitad de julio, iba a disfrutar de un verano largo. Esa mañana, sin ganas de bajar a la playa, salà a la piscina de la urba. aprovechando que ese mes era cada año más tranquilo, y aún no se habÃa llenado de veraneantes.
Saludé a Emilio, hijo de Carmen, amiga de hace años, a quién le pregunté por su hermana.
—Vendrá en una semana, están terminando la inscripción en la Universidad.
Como pasaba el tiempo, Luisa ya en la Universidad. Le ofrecà a Emilio que contara conmigo si necesitaba algo o si querÃa comer algún dÃa, suponiendo que se harÃa bocadillos o cosas asÃ. Era bastante mayor que mi hija, deberÃa tener veintiocho años, alto, fuerte, lo veÃa más hombre que nunca.
— ¿Cuándo llega Tina? —me preguntó.
—Pues supongo que esta noche. A pasar el fin de semana, y después quince dÃas en agosto.
Se conocÃan desde niños. Deseaba que llegara porque en Madrid apenas coincidÃamos, y aunque aquà enseguida le salÃan planes, al menos al desayunar charlábamos y nos ponÃamos al dÃa.
Como sabÃa que llegarÃa tarde y se marcharÃan de fiesta, salà con mis amigas, cenamos en Puerto Banús y después fuimos a bailar un rato. Conocimos a unos señores que nos invitaron a tomar una copa, pero el que me tocó de pareja no me resultó agradable.
Por la mañana, apareció también Tina, somnolienta, con su dulce carita, a la que todos encontraban parecido conmigo. Yo también fui mona, ¡juventud divino tesoro!
—Hola mami. Ayer estabas de juerga.
—Salà a las diez. Esperaba tu llamada al llegar.
—Tengo que vivir al dÃa.
—Vives al lÃmite —sonreà reconociendo lo guapa que estaba. Era alta como su padre, uno setenta y tres. Yo no era baja, uno sesenta y seis, pero mi marido medÃa uno ochenta y cinco y tenÃa un hermano de casi dos metros. TenÃa veintitrés años, era una chica estupenda, estudiosa, sana, podrÃa decir que educada. Acababa de entrar de becaria en un periódico digital, tras acabar Ciencias de la Información. Pero era muy rebelde, rebeldÃa que se acentuó cuando nos separamos su padre y yo, al que ella culpaba de todo. En Madrid, controlaba todos sus grupos, mantenÃa amigas desde el colegio. En la playa, aunque a alguna amiga si la conocÃa, habÃa mucha gente nueva que cambiaba cada año.
— ¿Qué vas a hacer hoy mami?
No me apetecÃa llamar a mis amigas. El plan de sus chismorreos, sus estrecheces, los problemas con los hijos, con los maridos, no me entretenÃa nada.
—Me quedaré en la piscina. ¿Y tú?
— ¿Por qué que no nos vamos a bañarnos a la calita?
— ¡Buena idea! Un dÃa de mami e hija.
Con gafas de sol para protegerme de la falta de sueño, una pamela y un pareo vaporoso sobre el bikini, nos fuimos directamente a la playa a aprovechar el dÃa de sol. HacÃa una mañana preciosa. Preparé una cesta con unos bocadillos y una neverita. Recorrimos unos metros para buscar una zona aislada.
—Que buena idea venir aquà ¡Gracias! —dije eufórica.
—Este verano tenemos que aprovecharlo juntas
TenÃamos el dÃa para nosotras, para cotilleos y confidencias.
— ¿Sigues con Lucas? —le pregunté. Era el chico con el que salÃa desde hacÃa unos meses...
—Lo hemos dejado. Es un poco inmaduro. Este verano no quiero ataduras.
—Tienes que encontrar el equilibrio. El sexo está bien, pero sin un poco de cariño, acaba cansando
—Pues a ti te digo al revés. Suéltate mami, ten un rollo de verano.
—Ya he tenido alguna aventura, me dejo llevar, no fuerzo nada.
—A mà no me cuesta llegar a la cama, pero cada vez soporto peor el dÃa siguiente. Este verano tenemos que salir a ligar juntas —acabó riendo. ¿Cómo estás tú?
—Bien, superado lo de tu padre, pero sin nadie.
—Me alegro de pasar este dÃa juntas…
Me regaló un beso antes de recostarse a tomar el sol. Me quedé en silencio durante un buen rato, celebrando tener la oportunidad de pasar un dÃa con ella. TenÃa un pecho perfecto a su edad. Me dio envidia verla en top, solté el nudo del mÃo y me tendà en la toalla.
— ¿Nos bañamos? —preguntó al rato levantándose.
Me cogió de la mano e hicimos una carrera hasta el agua, que estaba ideal. Nadé unos metros, siempre me habÃa gustado y deberÃa retomar la natación en invierno.
—Tienes el pecho precioso mami —exclamó, dándome cuenta entonces de que no me habÃa subido el top.
—Para mi edad quieres decir. Tú sà lo tienes firme.
Tostadas del calor, salimos a la arena a dar cuenta de lo que habÃa preparado para comer, que nos pareció un manjar. A media tarde, nos acercamos al chiringuito de playa a tomar café y nos integramos en el ambiente de bailoteo de tarde. Era divertido y excitante. Al vernos a dos mujeres solas, insistieron unos chicos en invitarnos. Inicialmente me sentà cortada, pero según transcurrÃa la tarde comprobé que ellos lo pasaban bien y me relajé. Nos costó marcharnos.
Ya en la urbanización nos dimos un baño en la piscina para desprendernos de la sal. Se nos acercó Emilio que invitó a Tina a ir esa noche a una terraza de playa de la que conocÃa a los dueños.
— ¿Te animas mami? —me preguntó.
—Verás cómo te diviertes —me animó Emilio.
¿Por qué no? Estar con mi hija era un soplo de vida nuevo, diferente al plan que seguÃa con mis amigas tan conservadoras. Después del dÃa tan estupendo que habÃa pasado me sentà ilusionada de continuar con ella.
Esa noche, animada por el éxito de la tarde, me arreglé de manera menos formal. Iba con un vaquero deshilachado blanco, y una camiseta de tirantes, muy abierta. Unos tacones a juego con su mayor altura. Una salida de chiringuito pijo, sin querer dar la nota de ir muy vestida. Tina se habÃa acostumbrado a viajar ligera de equipaje, y disponer de mi armario. Aunque era más alta, usábamos la misma talla de cintura. Su pecho era más firme, pero no más grande...
—¡Esta camisa me encanta! Gracias mami.
—Parecemos hermanitas —reÃ.
Al llegar, nos saludó Emilio que estaba con dos chicos más fornidos y mayores que él. Por su color de piel, no eran españoles. Uno especialmente bronceado y el otro debÃa ser africano o caribeño, sin llegar a ser negro del todo.
—Las dos chicas más guapas de la costa —exclamó uno de los chicos que no le quitaba la vista de encima a Tina.
—Son Tina y su madre, vecinas y amigas —comentó orgulloso—. Ellos son Carlos y Jimmy, dos de los dueños del local.
—Estáis invitadas a la primera copa, necesitamos gente con glamour —añadió el tal Carlos adulador que nos invitó a unos mojitos. Le pregunté por su origen.
—Nacà cerca de Sao Paulo, en Brasil, pero he vivido en España desde hace diez años. Espero que no seas racista.
—Soy clasista, en cuanto a la educación, no tiene nada que ver con la raza. Solo me preocupa el valor de la persona.
El bronceado de todo el verano al sol, y su melena rizada rubia le hacÃan un adonis, se lo comÃan con la mirada muchas chicas monÃsimas y jóvenes que abundaban en ese ambiente.
Me sentà muy atendida, con los amigos de Emilio que estaba guapo y creo que no se mostraba condicionado por ser la madre de su amigo. Me gustaba ese ambiente en el que cada cual campaba a su aire. Tina se estaba enrollando descaradamente con Jimmy, que era alto y musculoso y, aunque no guapo como Carlos, era profundamente atractivo. Emilio habÃa confirmado que tenÃa 31 años y Carlos 30.
Desde la separación, Tina se habÃa mostrado muy intolerante con su padre. Seguimos con el dÃa de confidencias. Continuando nuestra charla Ãntima, fuimos paseando hasta la orilla, en una zona lisa de arena, donde oÃamos en primera fila como rompÃan las olas del mar. En la oscuridad de la noche, destacaba la sonrisa preciosa que mostraba.
— ¿No lo ves mal? ¿Ni su color, ni la diferencia de edad? —me preguntó respecto de Jimmy.
—El amor, o la pasión, o el sexo, debe ser más amplio de lo que solemos hacer. DeberÃamos ampliar el concepto edad, género, raza… Yo también he dado pasos desde que dejé a tu padre —Me pareció suficiente, sin darle los detalles—. Parece un buen chico.
—Gracias mami. Me alegro de poder hablar contigo como amigas.
—Lo importante es que nos respetemos, y podamos compartir más tiempo en nuestra vida...
A la vez que le hablaba, vi en la otra punta del chiringuito a Carlos. Cuando cruzó su mirada con la mÃa, sonrió. Debà cambiar el semblante porqué Tina lo percibió.
—¿Te ha gustado? Está buenÃsimo —Y extendiendo el margen de confianza al que estábamos llegando, me preguntó—. ¿Te has acostado con algún chico joven mami?
— ¡No… nunca! —sin considerar acostarme a dejarme manosear por un chico mientras bailaba bachata en una disco.
—Seguro que él a le da morbo follarse a una madura. ¡Si te gusta…qué más da!
—No esperaba que me quisieras arrojar en sus brazos.
—Asà podemos salir los cuatro —se rió a carcajadas.
Volvimos a la zona de la barra donde Jimmy cogió a Tina y se apartaron un poco. SuponÃa que serÃa un ligue de verano, esperaba que mi hija no sufriera desamores. Mientras Carlos se acercó de nuevo y demostró sus tablas teniéndome embelesada escuchando sus historias. DistraÃda con él, no oà llegar a Tina.
—Jimmy me ha pedido que me vaya con él esta noche.
¿A quién se lo contaba? ¿A la madre o a la amiga? En realidad, me alegraba de su confianza.
—Sé que eres sensata. Solo te pido que lleves cuidado. —Dado que harÃa lo que quisiera, al menos que no viniera con bombo.
Jimmy me dio dos besos al despedirse.
—Trátala bien, es muy joven —dije sonriendo.
Y ella que dominaba la situación, le dijo a Carlos, muerta de risa.
—Trata bien a mi madre, aunque no sea tan joven.
—Le daré trato especial —respondió mirándome directamente a los ojos.
Realmente era un cañón de hombre. Debió percibir en mà una actitud más cercana, porque noté a su vez en él un cambio en su forma de mirarme, en el tono de la conversación, aunque siempre cuidadoso de no dar un paso en falso.
—Pocas mujeres me llaman la atención, y tú lo has hecho.
—PodrÃas nombrarme Miss mayor de cincuenta años.
—Para mà ahora mismo eres Miss Blue. La tÃa más interesante, bueno, la mujer más interesante que hay aquà —me dijo. Sin esperar respuesta me cogió, y me llevó a la pista.
Me sentÃa en una nube, un chico simpático que estaba como un queso. ¿Qué me habÃa pasado? Siempre pensé que un tÃo de menos de cincuenta años era un yogurÃn y Carlos era yogur lÃquido que te podÃas beber sin masticar, joder que cuerpo tenÃa.
Me fijé distraÃdamente en la gente de alrededor. Todos tenÃan entre veinte y tantos y treinta y tantos, la mayorÃa iban a ligar, a follar, a tener un escarceo de una noche de verano y nada más. Yo me sentÃa halagada de que un chico como Carlos tratara de conquistarme como si pensara que iba a ser un polvo fácil. Antes no era de ese tipo de salida, pero habÃa cambiado en tantas cosas.
La música que sonaba me gustaba, asà que poco a poco me abandoné al baile, cerrando los ojos, disfrutando libremente con cada movimiento de mi cuerpo, cantando y tarareando las letras de las canciones que iban sonando, y disfrutando del momento.
En una canción más lenta, me cogió por detrás, y comenzó a deslizarse, atrayéndome por la cintura, acercando su cuerpo al mÃo. Al notar como su miembro se endurecÃa, me reà pensando que disfrutarÃa de ese momento, hasta que apareciera alguna de las chicas que iban por el chiringuito y se lo llevaran con ellas. Nuestros cuerpos seguÃan moviéndose al mismo ritmo, suave y sensualmente, y eso me iba excitando. Mis pezones se endurecÃan y se marcaban a través de la tela y empezó a cortárseme la respiración...
Mi placer se incrementó cuando su boca bajó a mi cuello y empezó a darme pequeños mordiscos, humedeciéndome las bragas. Estaba haciendo algo prohibido, sexual, con un joven, amigo de mi hija, al que apenas conocÃa.
Di por terminado el baile, tenÃa que retomar el control o me acabarÃa follando en medio de la pista. Tiré de él hacia la playa.
—Me parece precioso estar aquà con una mujer como tú —me dijo a los ojos...
Qué diferencia el trato de este chico con los gañanes que conocà los últimos meses, mayores que él en años, pero muy inferiores en educación. Eso era seducir, no podÃa ser más respetuoso.
—No te pega esa actitud, pareces un devora chicas.
—Lo cortés no quita lo valiente. En el fondo soy un romántico. ¿Ves aquella estrella? ¿Le pedimos un deseo? —me dijo apoyando su mano en mi cabeza para guiar la dirección de mi mirada.
—¿Lo conceden? —le dije sacudida por la descarga que el roce de su mano en mi cara me produjo.
—A veces, pero no se puede ser demasiado ambicioso. Pide uno, yo ya he pedido el mÃo.
—Ya —le dije tras pensarlo. «Añádele veinte años, solo por una noche», ped×. ¿Qué has pensado? —le pregunté.
—Que me encantarÃa follarte —dijo sonriendo.
¿Era cierto?, Aunque no me sentà ofendida, me dejó tan cortada que no supe responder.
—¿Y tú?
—Poder olvidarme de tu edad —no supe mentir.
—Eso quiere decir que hemos pensado lo mismo.
¿HabÃa deseado yo eso, cuando me sentà limitada por su edad? Estaba excitada, salà de marcha con mi hija y un amigo me habÃa dicho a la cara que deseaba follarme.
¿Qué tenÃa ese chico? Probablemente era el hombre más atractivo que habÃa conocido. ¿Iba a ser otro trofeo de verano para él? ¿Importaba mucho eso, orgullo aparte? Y su mirada de ojos verdes me hipnotizaba
Al regresar, el chiringuito estaba casi vacÃo. Me sorprendió besándome en la boca. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, y cuando sentà su mano en mi coño, directamente me deshice, y llevé la mano a su polla. Lo deseaba con todo mi cuerpo, ya habÃa pasado el momento de tantear y hacerme la mojigata.
— ¿Te da morbo tirarte a una señora madura?
Lo dejé sorprendido. No esperaba ese lenguaje en mÃ. Las únicas dudas que aparecÃan no eran las de mi edad, sino las de mi estado después de beber tanto, y sobre todo las de mi estado fÃsico, si mi cuerpo iba a ser del agrado de un chico como él.
—Me da morbo follarte a ti, desde que te he visto.
Lo veÃa tan guapo que no creÃa tener ese hombre conmigo. Me desabrochó el sujetador y acarició mi pecho con sus dedos mientras mis gemidos se dejaban oÃr en el silencio de la noche. DebÃa parecerle tan activa como suponÃa que eran las chicas con las que habitualmente solÃa follar.
—No creà que pudiera competir con tanta jovencita. Pero que se jodan, en este momento eres solo mÃo.
De camino para casa pensaba en que Tina me habÃa mostrado lo excitante que podÃa resultar el verano. Mi autoestima estaba por las nubes, habÃa sido capaz de llamar la atención de un chico asÃ. Solo deseaba que me follara.
Al entrar en casa, me movà en silencio, dado que no sabÃa si podÃa estar Tina acompañada. Estaba tan excitada que no me di cuenta la rapidez con la que Carlos se habÃa desvestido y de su boxer sobresalÃa un generosos bulto envuelto como un regalo de bienvenida.
Verme frente a él, al lado de la cama, me hizo sentirme nerviosa.
—No te estarás arrepintiendo....
—No, es que...
Era más alto que mi ex, y aunque el tamaño de la polla no tiene porqué ser proporcional al del cuerpo, cuando se bajó el boxer, dejó al descubierto un pollón descomunal, que al sentirse liberado se presentó a mÃ, diciendo en silencio, «cómeme».
— ¿Quieres probarla para relajarte un poco?
Seguro que si me follaba, acabarÃa rompiéndome. ¿Me cabrÃa algo tan descomunal? DeberÃa reaccionar. La acaricié con sumo cuidado, nunca habÃa oÃdo hablar de desgarros de boca, asà que me decidÃ.
Abrió sus piernas y con su polla colgando sobre mi boca, me dio a probar ese alimento del que podrÃa comer una semana sin pasar hambre. Avancé, rodeé esa polla enorme con mis manos, me quedé contemplándola unos segundos, hasta que un leve empujón de su mano sobre mi cabeza, me lanzó directamente a la gloria de comerme una polla que ni en mis mejores años de juventud probé nunca. Pensando que a ese chico se la habrÃan comido mujeres de todo tipo comencé a jugar con todo su universo genital, con sus huevos, con sus muslos, su polla, descubriendo el placer del tamaño e improvisando un deleite de paladar, del que no querÃa terminar. Rechazaba sus intentos de beso, convertida a esa hora en una Pretty Woman: Fóllame, pero no me beses. ¿TendrÃa alguna vez en mi vida un pollón como ese a mi alcance? Era la primera vez que disfrutaba de una polla joven, pero por el resultado, decidà que no serÃa la última. La excitación de la situación me encantaba. En esos momentos de euforia, agarrada a sus hinchados huevos y acariciándole por su entre pierna, me sorprendió cuando soltó.
—Estás pidiendo a gritos que te follen.
— ¿Y a qué esperas? —le respondà sin bajar aún de mi excitación
Aunque soy alta, peso cincuenta y nueve kilos, lo que le facilitó tomarme en brazos como King Kong a Jessica Lange. Su lengua y sus manos trabajaban sincronizadas, porque sin dejar de besarme mientras nos dirigÃamos a la cama, metió dos dedos por dentro de mi vagina rápido y directo para mantener el horno caliente. Mariposeó un poco alrededor de mi clÃtoris, y arrancó de mi garganta un gemido de placer.
Estaba deseando recibirlo dentro de mÃ, en ese punto ya no le habrÃa permitido dejarme sin follar, estaba en celo. Sus brazos como aspas de molino eólico, me colocaron dulcemente sobre el lecho. Se alzó sobre mÃ, acercó su pelvis a mi boca mientras sus manos grandes y firmes, me sujetaron los brazos tendiéndome en horizontal. ParecÃa que mi cuerpo se transformaba, la habitación estaba en penumbra, sino seguramente verÃa salir escamas de mi piel, en un caso mitológico de mutación al ser poseÃda por ese dios, aunque algo también poseÃda por algún espÃritu demonÃaco que me hacÃa comportarme de esa manera.
No necesitaba más preliminares. No podÃa ser la mujer pasiva que espera que se la follen. Mis piernas se arquearon sobre su cuerpo mientras su polla se abrÃa paso entre mis muslos, al ritmo de nuestros vaivenes, hasta incrustarse en mi vagina.
En cada embestida suya me excitaba más. Apenas podÃa susurrarle…fóllame Carlos. Rómpeme… rehuÃa sus besos porque se detenÃa al dármelos, solo querÃa su polla.
Me monté sobre él sin dejarle tomar aire, era la primera noche que follaba de verdad, todo lo anterior fue aprendizaje para llegar aquÃ. Comencé a cabalgar sobre ese corcel, que llevaba un paso majestuoso, elegante. Apreté mi vagina para impedir que pudiera salirse mientras danzaba sobre ese cuerpo, dejándole claro que no iba a ser una señora a su servicio. ¡QuerÃa disfrutar!
Estaba excitada, querÃa saciar el hambre de polla joven que me habÃa despertado. «Aguanta, no te vengas abajo».
Aceleré un poco más, nos pusimos al trote, y siguió mi ritmo, era genial sentir ese miembro duro, acoplado, porque sabÃa que hiciera lo que hiciera, no se le saldrÃa. Alargaba el momento, sin dejar de bombear, subiéndome a donde no habÃa llegado jamás.
Cuando me llegó el orgasmo, consideré superada la noche y me dejé caer a un lado.
Pero claro, el sexo es cosa de dos, y él ni se habÃa corrido, ni llegaba a su climax a mi velocidad. Se subió sobre mÃ, sonrió. Y empujando con sus piernas a las mÃas hacia afuera, apuntó, situó … y avanzó.
—Vas a disfrutar ahora —susurró.
Si estando arriba habÃa conseguido controlar cuanto entraba, estando debajo de él me tuvo a su merced. Empujaba con suavidad, pero sin parar. Yo me abrÃa y me abrÃa, él empujaba y empujaba. Dios no querÃa ir a urgencias esa noche, pero no podÃa dejar de gritar. Vi desaparecer casi veinte centÃmetros de polla dentro de mÃ, como si de un submarino sumergiéndose se tratara. Mi mente estaba ida, mi cuerpo a flote, mi coño inundado, mi vagina habÃa dilatado tres veces su tamaño. De repente, vi la silueta de Tina bajo el dintel de la puerta, contemplando inmóvil la escena, en ropa interior, mirándome sonriente a los ojos. Su presencia, en lugar de cohibirme, me estimuló.
—¡Sigue cabrón!
Mi súplica debió ser la señal que esperaba para galopar. ¡Ostias! Era imposible llegar más alto, no era normal disfrutar asÃ. ¡Qué rico!
—Mmm me vas a matar niño.
Me embistió con la fuerza de un vendaval, hasta que amainó la tormenta, y se dejó caer. Cuando ese armario terminó, como pude me levanté, y fui a lavarme. Busqué a Tina, pero habÃa desaparecido.
¿Qué pensarÃa de mÃ?
Me quedé dormida. Desperté con Tina a mi lado.
—¿Como te encuentras? — preguntó sonriente.
Fueron viniendo a mi mente pasajes de la noche anterior.
—Divinamente. Como si me hubieras anestesiado.
Me sentÃa como un guerrero galo, empalando a esa aldeana durante la fiesta de celebración de la aldea. Durante todas mis relaciones, fui la compañera perfecta, cómplice, tierna, divertida … pero pasiva. Anoche aprendà con esos chicos la parte de ser activa.
Nos miramos las dos y asentimos.
—Gracias cielo —le dije—. Me has hecho crecer.
—Eres valiente. Este verano lo vamos a pasar bien —me respondió.
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